Capítulo 26. No dejes que te vean débil.
Amy Espinoza
Las palabras de Maximiliano seguían martillando en mi cabeza como una campana imposible de apagar: “mi prometida”.
Era un eco que no me dejaba pensar, que me quemaba más que las miradas curiosas de todos los presentes.
Cada paso que daba junto a él se sentía como si estuviera atravesando un escenario improvisado. Los invitados nos seguían con la vista, algunos murmuraban, otros nos observaban con una mezcla de asombro y envidia.
Podía leerlo en sus rostros: unos querían verme caer más hondo, otros intentaban calcular qué ganaban acercándose a Maximiliano Delacroix, el hombre que acababa de arrebatarle a Adrián el protagonismo de la noche.
Yo, en cambio, solo quería que el suelo se abriera y me tragara.
—Levanta la cabeza —susurró Maximiliano, apenas lo suficiente para que lo oyera—. No dejes que te vean débil.
Obedecí casi sin pensarlo. No porque quisiera, sino porque en su tono había algo que no dejaba lugar a dudas: era una orden. Y, sorprendentemente, no me pesó. Era c