Capítulo 220. Ella no confiaba en nadie.
Adrián Soler
La carretera era una línea negra deformándose frente a nosotros, y el coche parecía estar aguantado por puro milagro. El volante vibraba, la carrocería temblaba, y el olor a caucho quemado empezó a colarse por las rendijas del aire.
Yo escuchaba dos cosas: el latido frenético de mi corazón… y la respiración temblorosa de Pandora a mi lado.
El guardia que conducía tenía los ojos clavados adelante, sudando como si sostuviera el mundo entero con las manos.
—Rueda trasera derecha comprometida —dijo el copiloto, la voz tensa—. Si reventamos, nos vamos al barranco.
—No vamos a reventar —respondió Alejandro—. Aguanta.
Me pareció que era una mentira necesaria.
El camino se volvió más estrecho, lleno de curvas cerradas donde el auto derrapaba apenas unos centímetros del borde. Abajo, solo había vacío y bosque.
Sentí a Pandora encogerse a mi lado, como si quisiera hacerse mínima para no existir. Podía oír su respiración cortada, rápida, desordenada. Estaba pálida, los ojos abiertos