Capítulo 197. Las sombras del poder.
Maximiliano Delacroix
El silencio de la casa me recibió con un peso extraño, un manto denso que ahogaba los sonidos habituales.
Ni siquiera el tictac del reloj de la entrada parecía mantener su ritmo constante, como si el tiempo mismo vacilaba. Solo el leve y persistente zumbido del aire acondicionado y el latido sordo que me martillaba la sien rompían la quietud.
Eran las doce y media de la madrugada, la ciudad, más allá de estos muros, dormía o conspiraba. La luz del pasillo estaba encendida, una tenue claridad amarillenta que Amy, con su intuición infalible, había dejado adrede, sabiendo que llegaría tarde, que la noche me traería cargado de sombras.
El olor a lavanda, dulce y calmante, que emanaba del cuarto de Mía, me golpeó al pasar, un aroma que chocaba con la aspereza que yo traía puesto. Me detuve frente a su puerta, un umbral que separaba mi mundo del suyo, un santuario de inocencia.
Empujé la puerta despacio, sin hacer ruido, con el cuidado reverencial que merecía ese esp