Capítulo 125. La tentación de quitarle todo.
Maximiliano Delacroix
El silencio después de la rendición de Adrián era extraño.
Un silencio pesado, que no se parecía a la calma. Más bien parecía la pausa antes de una tormenta.
Lo vi allí, frente a mí, con los hombros hundidos, los ojos rojos y ese papel arrugado en su mano que ya no valía nada. Adrián Soler, el actor perfecto, el hombre que siempre había caminado rodeado de aplausos, ahora suplicaba como un mendigo por unas horas con su hija.
Y debo admitirlo: una parte de mí disfrutaba verlo así.
Porque lo odiaba. Porque fui testigo de lo que era capaz. Porque recordaba cada lágrima de Amy, sus miedos, sus sufrimientos, su angustia de no tener un techo donde llevar a su niña y aun así ella tenía todo preparado para sobrevivir sin él.
Esa parte mía quería arrancarle todo. Absolutamente todo.
Quería decirle que no volvería a verla, que había perdido hasta el último derecho sobre ella. Que era demasiado tarde.
Porque lo que había hecho con Amy no tenía perdón.
Pero entonces… algo se