Capítulo 126. El temor de Maximiliano.
Maximiliano Delacroix
El sonido de la notificación en mi teléfono fue tan claro que cortó el silencio como una navaja.
Un solo timbre, seco, y supe que era Lorenzo.
Saqué el móvil despacio, sin prisa, porque cada movimiento mío debía sentirse como parte del veredicto final. En la pantalla parpadeaba su mensaje: “Documento preparado. Enviado a tu correo. Todo listo para firmar”.
Alcé la vista y, de inmediato, uno de mis hombres ya estaba acercándose con una carpeta bajo el brazo. No me sorprendió. Lo había previsto. Siempre lo preveo.
Mientras otros creen en la suerte, yo creo en el control.
El asistente abrió la carpeta frente a mí. Papeles recién impresos, el contrato listo, con su letra clara y los espacios en blanco esperando la firma de Adrián Soler. Ese documento no era solo un acuerdo. Era el epitafio de su soberbia.
—Aquí está, señor —dijo el asistente con tono neutro.
Asentí. Tomé el documento y lo sostuve unos segundos, mientras lo leía. Vi como las miradas de los presentes s