Capítulo 12. Una propuesta inesperada.
No podía salir de mi asombro. El aire se me quedó atorado en los pulmones cuando lo vi frente a mí, relajado como si nada.
Estaba ahí, de pie, con ese porte imposible de ignorar, como si el mundo entero se doblara a su alrededor.
El mismo hombre que me había dicho por teléfono que “no podía ayudarme”, y a quien le había silenciado la línea… ahora estaba frente a mí, como si lo hubiera invocado con el peso de mis miedos.
Me quedé helada.
—¿Cómo… cómo es posible? — Alcancé a murmurar, con la voz temblándome más de lo que quería.
Él dio un paso hacia mí, despacio, calculado, pero sus ojos tenían un brillo distinto. No era el hombre indiferente con el que había colisionado, incluso no era el preocupado que me ayudó a recoger los vidrios que se quebraron frente a la casa.
Había en su mirada algo entre determinación y desafío, como si hubiera estado esperando exactamente este momento.
—Tú dijiste… —Tragué saliva, luchando por no quebrarme—. Tú dijiste que no podías. Que no ibas a venir.
Él