Capítulo 116. Calma antes de la tormenta.
Adrián Soler
El oficial seguía sosteniendo el papel entre las manos, el documento que Luciana había sacado y entregado, como si fuera la carta de triunfo en una partida corrupta.
El documento arrugado parecía temblar en sus dedos, y yo pude ver cómo sus ojos seguían recorriendo la firma, el sello, las líneas mecanografiadas. Lo leía y lo volvía a leer, como si esperara que el papel se deshiciera solo, como si quisiera encontrar un error que nos pudiera detener.
Pero no había error. No a simple vista. Era auténtico. Un fallo emitido por un juez. Un juez comprado, vendido o podrido, no me importaba cuál. Lo único que importaba era que ese papel pesaba más que la verdad, más que el miedo de mi hija, más que la rabia que me desgarraba por dentro.
—¿Está conforme o necesita algo más? —intervino de nuevo Luciana sin dejar de observarlos.
Mientras esperaba, no pude evitar el golpeteo descontrolado de mi corazón, la respiración entrecortada de Mía contra mi pecho, los murmullos inquietos de