Capítulo 115. Es el padre de la niña.
Adrián Soler.
El golpe seco de las ruedas contra la pista me sacó del trance en que me había hundido durante el vuelo. El avión vibró entero, como si quisiera recordarnos que ya no había marcha atrás.
Afuera, el sol iluminaba más radiante que nunca. La claridad me cegó por un instante al mirar por la ventanilla. Los focos aún encendidos del aeropuerto y las primeras luces del amanecer se mezclaron, tiñendo la pista de reflejos plateados.
Aquel contraste hiriente me recordó que no podía engañarme, por más que el cielo se abriera, lo que me esperaba en los próximos días sería difícil.
Luciana, a mi lado, bostezó con indiferencia. Se acomodó el cinturón de seguridad y miró por la ventanilla como si aquello fuera un simple trámite, otro destino de lujo en nuestra agenda de viajes. Su tranquilidad indiferente me revolvía el estómago.
No tenía ni idea del nudo que me estaba ahogando desde que subimos a ese avión.
Mía se movió entre mis brazos. Dormida al principio, había despertado hacía