57. No hay salida del enemigo
—Necesitas esperar hasta mañana-
—¡¿Cómo me pides que me quede aquí cuando mi mujer está desaparecida?! —le gruñe a Fernando quien es el que habla. Las manos de Rafael enrojecen mientras aprieta los barrotes con una mirada descomedida, azotando cada parte de su cuerpo—. Tengo qué buscar a mi mujer.
—No hemos parado con la búsqueda. Estamos haciendo lo posible, y Altagracia junto a su padre también están haciendo lo necesario localizando la camioneta —Gerardo intenta calmarlo. Pero él más que nadie puede entender la desesperación de su hermano—. Saldrás en la mañana.
Rafael se echa hacia atrás y en su desesperación se mueve de un lado al otro, olvidando cualquier rastro de dolor que le impedía dar aunque fuese un solo paso. La calma no es algo en lo que piensa ahora. Azucena afuera y desprovista de su propia seguridad empeoran la situación de su desespero. La brutalidad en la confesión, lo que puede estar pasando, lo que sacarían de provecho con Azucena si está sola y sólo el cielo sab