EPÍLOGO

*11 MESES DESPUÉS*

—¡Amor! ¡Ven a ver esto! ¡Oh, Dios! —en el hermoso paisaje de éstas tierras, alejados de todo lo que el mundo puede darles, en ese momento del día donde pueden estar solo ellos con sus bebés, Azucena tiene lágrimas en los ojos. No son lágrimas más que de felicidad. En sus brazos carga a su bebe, a su príncipe. Preciosos ojos verdes y cabello castaño como su padre, un niño hermoso. Tanto, qué le cuesta separarse de él. Es el momento más esperado del día porque ama llevar a sus bebés a pasear por toda la hacienda. Ahora está sentada con su bebé en el pasto mientras un hermoso día los acompaña. Besa la naricita pequeña de su niño—. ¡Está tratando de hablar!

Han pasado once meses desde que los mellizos nacieron. Sanos, fuertes, con buen peso. Le costó adaptarse de nuevo a la normalidad de no llevar el peso de sus hijos, pero, dio paso a la hermosa maternidad.

Recuerda que luego del nacimiento de los mellizos, su familia esperaba para verlos afuera, y su padre fue el pri
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