47. La mujer perfecta

Las manos de Azucenas tiemblan cada vez que repite el vídeo. La certeza de su recuerdo le quita el aliento cada segundo. Su cuerpo es un blanco que encierra la peor de las pesadillas.

—Bien, basta —Rafael cierra la laptop frente a sus ojos. Cuando Azucena se cubre el rostro para llorar se agacha para buscar sus manos—. Preciosa, mírame.

—No, no lo creo. No puede ser posible. No, no —solloza Azucena aún con su rostro oculto. El mismo miedo que sintió al despertar en medio de lo desconocido la controla—. ¿Por qué…?

—Azucena —Rafael logra tocar sus manos. Al verla, las lágrimas de impotencia y terror dejan los ojos de su preciosa esposa; la forma en la que se le revuelve el estómago de la rabia lo está enloqueciendo. A diferencia de ella todo se lo guarda, la impotencia, incredulidad y la ira. Con las manos de Azucena entre las suyas ya puede besarlas para tratar de calmar su ansiedad—. Preciosa, necesito que me escuches.

—¿Por qué? —Azucena inclina el rostro, presa del miedo total. Alla
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