—¿Lo seguirás pensando? —Damián achica sus ojos, tratando de analizar a Alice, por lo que agrega—: Dijiste que por tu familia haces lo que sea —sonríe para sus adentros al ver la forma en que ella lo mira.
—Acepto, señor Anderson, haré lo que me pide.
—Perfecto, ya te puedes retirar. —Ella se tensa; es difícil lidiar con él.
—Gracias por su tiempo, hasta luego. —Ella agarra su bolso y se detiene por un momento. Deseaba decirle algo sobre la secretaria, pero se rehusó ya que se lo prometió. Muerde su labio inferior, no por seducción, sino por retener sus palabras.
Sin embargo, ese gesto fue provocativo para un hombre como Damián, que a todo momento es un depredador. —¿Quieres decirme algo? —pregunta sin dejar de mirarla, y ella retoma su compostura.
—No es nada importante, hasta luego. —Alice sale rápidamente de la oficina y lo bueno es que no se encontró a la sangrona de la secretaria. Al salir de la empresa detiene un taxi y pide ser llevada a un bar muy tranquilo, al que habitualmen