Capítulo...6

—¿Lo seguirás pensando? —Damián achica sus ojos, tratando de analizar a Alice, por lo que agrega—: Dijiste que por tu familia haces lo que sea —sonríe para sus adentros al ver la forma en que ella lo mira.

—Acepto, señor Anderson, haré lo que me pide.

—Perfecto, ya te puedes retirar. —Ella se tensa; es difícil lidiar con él.

—Gracias por su tiempo, hasta luego. —Ella agarra su bolso y se detiene por un momento. Deseaba decirle algo sobre la secretaria, pero se rehusó ya que se lo prometió. Muerde su labio inferior, no por seducción, sino por retener sus palabras.

Sin embargo, ese gesto fue provocativo para un hombre como Damián, que a todo momento es un depredador. —¿Quieres decirme algo? —pregunta sin dejar de mirarla, y ella retoma su compostura.

—No es nada importante, hasta luego. —Alice sale rápidamente de la oficina y lo bueno es que no se encontró a la sangrona de la secretaria. Al salir de la empresa detiene un taxi y pide ser llevada a un bar muy tranquilo, al que habitualmente va para pensar. Lamentablemente, no podía dejar de pensar en su esposo y en cómo tocó el trasero de Mariana, por lo que sacude la cabeza. —Eso no debe importarte —habla mentalmente, soltando un largo suspiro y sintiendo cómo esa melancolía la golpea el pecho con fuerza.

Al caer la noche, Damián llegó a la mansión para cenar.

—¡Bienvenido, señor Anderson! —saluda la sirvienta.

—Carla, sirve la cena y llama a la señora Anderson.

—La señora Anderson...

—¡Sí! —la reprende; está estresado.

—Lo siento, señor, pero desde que la señora salió esta mañana no ha regresado. La pobre no quiso ni desayunar.

—¿Qué carajos me estás diciendo? ¿Dónde está su chofer?

—Está haciéndole mantenimiento al auto, ya que ella salió fue con su asistente, el señor Miguel.

—¡¿Miguel?! —Damián apretó los puños, la mandíbula tensa. ¿Cómo era posible que Alice hubiera salido con su asistente sin su consentimiento? Era un descaro. Se giró hacia Carla, su voz grave y cargada de una ira contenida—. ¿Desde cuándo Miguel es el chofer de la señora Anderson?

Carla se encogió, asustada por el tono de su jefe. —No lo es, el señor Miguel se ofreció a llevarla porque iba cerca del lugar…

Damián cerró los ojos por un instante, tratando de controlar el torbellino de emociones que lo invadía. Rabia, celos, una punzada de preocupación. ¿Dónde estaba Alice? ¿Por qué no le había dicho nada? Se sentía burlado. La imagen de Alice mordiéndose el labio en su oficina, ese gesto que lo había provocado y lo había tenido aturdido todo el día.

—¡Vete! —ordena.

—Pero… ¿y su cena, señor? —pregunta la sirvienta con voz temblorosa.

—¡Dije que te vayas! —espetó, y ella se marcha rápidamente. Anderson agarra un fino cigarrillo y se sirve un poco de trago. —Aquí tendrás que llegar, Alice, tú eres una mujer casada y no puedes estar por las calles sin decírmelo.

Pero todo se hacía más caótico. Alice no aparecía y no contestaba su móvil, y eso tenía a Damián con ganas de acabar con el mundo entero. Pasaron los minutos y las horas, y ella no llegaba. Una pizca de preocupación surgió en él al tener el pensamiento de que algo le pasó, pero en ese justo momento se abre la puerta principal de la mansión, y ella por poco se cae porque está algo ebria. 

—No volveré a beber de esa manera —dijo, y se quita los tacones—. Auchs, me duelen los pies, me siento tan cansada —bosteza y continúa su camino para buscar su habitación. Camina tambaleándose, tropieza por torpeza, pero logra recuperar el equilibrio. Sin embargo, al continuar su camino, su hermoso rostro queda estampado en el pecho de Damián Anderson. —Ayy… mi cabeza —se queja por lo bajo y alza su mirada teniendo una borrosa visión.

Damián la detalla; fue imposible no hacerlo al tenerla tan cerca. La vio con el cabello alborotado, la ropa desarreglada, y se sintió atraído por ella. La sostuvo con las manos, y ella, suave como el agua, se dejó caer en sus brazos al no poder más de lo ebria que está.

—Señor Anderson… —susurra.

Su cuerpo, suave y vulnerable, se acurrucó contra el suyo. El aroma a alcohol y algo dulzón, quizás el perfume de ella, lo invadió, pero curiosamente no le desagradaba. De hecho, lo atraía. La sostuvo con más firmeza, sintiendo el peso de su cabeza contra su pecho.

—Eres tú —dijo, alzando su mirada, y al verlo esboza una fría sonrisa y le lanzó una indirecta—: No te equivoques, no soy tu sexy secretaria. —Esas palabras Damián las tomó como burla, se enojó completamente.

—No pienso discutir con lo ebria que estás —espetó, y luego la vio cabecear del sueño. Por lo que ella se debilitó, y como él la sostiene con firmeza, ayudó para que no cayera.

—¿Por qué… por qué no te acuerdas de mí? —pregunta en murmuración—. No me dejes… —se quedó completamente dormida en los brazos de su cruel esposo, quien al verla de esa manera se enterneció un poco y enseguida la llevó en brazos hasta la cama, quitándose su suéter para cubrirla.

Damián está de pie junto a la cama y la observa detenidamente. —Esto te saldrá caro, Alice…

Sale de la habitación antes de cometer una locura con ese lindo vestido que ella lleva puesto.

A la mañana siguiente…

Alice despertó con un fuerte dolor de cabeza. Intenta tomar asiento, pero el mareo la volvió a tirar a la cama.

—¡Buenos días, señora Anderson! —la saluda Carla con buena actitud—. Le preparé un delicioso caldito de pollo, cafecito bien fuerte para su resaca.

—Qué susto me has metido, Carla —lleva sus manos a su cabeza.

—Lo lamento, igual tenía que venir a despertarla, el señor pidió que le subiera el desayuno.

—Damián… —lleva sus manos a su pecho y siente una tela diferente a la de su vestido. Al quitarlo y agarrarlo con ambas manos se percata de que es el suéter del señor Anderson, inmediatamente se sobresaltó y mira todo su cuerpo.

—¿Le sucede algo? —Carla la mira con rareza.

—Yo… —susurra y se sumerge en sus pensamientos. Recuerda que había llegado a la mansión, que tropezó con él y que este la tomó entre sus brazos. Sus mejillas se ruborizan al recordar lo que pasó, ese sentimiento de calidez que surgió en ella.

—¿Necesita una pastilla, señora? —Carla se preocupa.

—No… necesito darme un baño ¿Me dejas sola, por favor? Gracias por el desayuno.

—Claro, le daré su espacio, pero antes de irme le quiero informar que hoy es la primera cena familiar en esta mansión como celebración por su matrimonio. Asistirán muchas personas importantes, usted no tiene que preocuparse por nada. El señor Anderson envió a una organizadora y esta haciendo un excelente trabajo, pronto vendrá el diseñador porque usted debe ser la más hermosa de la reunión.

—Agradezco tus palabras, Carla, en un momento bajaré a supervisar.

Minutos después.

Alice Cooper supervisó personalmente la decoración del lugar, la vajilla, los arreglos florales e incluso organizó meticulosamente el orden en que se sentarían los invitados. No iba a permitir que nadie subestimara su posición como señora de la casa y menos la secretaria de su esposo.

Escritora Palacio

holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa jajaja las saludo muy feliz de ver lo mucho que les esta gustando la historia, gracias chicas por su apoyo, gracias por estar aquí, así que iniciamos este tormento de amor *CORAZONES EN JUEGO*

| 99+
Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP