Damián bebe whisky y fuma tabaco mientras piensa en Alice, en lo que le dijo su suegro antes de morir y en todo lo que ha pasado desde que ella es su esposa. A ella le cambió la vida, y a él también, además de todos los conflictos que debe enfrentar solo como el hombre que es, como un Anderson.
Al ver que la puerta se abre, hace un gesto de desagrado. —Miguel, te dije que quiero estar solo.
—Soy tu padre— el señor Anderson ingresa al despacho —¿Me invitas un trago y un tabaco a este viejo?— Damián lo mira, intenta ser amable con su padre, pero siempre que hablan terminan discutiendo.
—Estás en tu casa, por supuesto— se dispone a atenderlo mientras el señor Anderson toma asiento.
Al estar ambos sentados, el señor Anderson no pudo evitar tocar el tema. —He notado que el tal Thomas está interesado en tu esposa— Damián tensa su mandíbula —Comprendo tu enojo como hombre.
—No quiero hablar de nada de mi vida, padre.
—Debes hacerlo si no vas a colapsar, hijo. Mira, la muerte del señor Cooper