Damián grita desesperado, pidiendo ayuda a los invitados que empiezan a acercarse al escuchar los alaridos. Alice, al ver el tumulto, corre hacia el jardín, su corazón latiendo con fuerza. Cuando ve a su padre en el suelo y a Damián intentando reanimarlo, un grito ahogado se escapa de su garganta.
—¡Papá! ¡No, papá! —se arrodilló junto a él, sus manos temblorosas acariciando su rostro. Las lágrimas brotan sin control mientras Damián intenta explicar lo sucedido.
—Alice, tu padre… le dio un infarto. Intenté ayudarlo, pero… —la voz de Damián se quiebra, la culpa y la impotencia lo invaden.
—No quiero que digas nada, Damián, mi papá no puede morir, no puede dejarme, no —intenta reanimarlo, porque no lo quiere perder.
La madre de Alice llora desesperadamente, se arrodilla aferrándose a su amado esposo. —Diego, mi amor, por favor no puedes dejarme.
Damián toma distancia, ver esa escena y a Alice sufrir lo desgarra. —Hijo, ya viene la ambulancia —informa la señora Anderson.
—Es mi culpa… —su