—Alice… —la menciona mirando a su esposa con un deseo literalmente ardiente.
—¿Qué esperabas, Damian? Estoy lista para que hagas lo que tanto has querido hacer —lo mira con sus ojos llorosos y él se acerca a ella, quedando a escasos centímetros. Lleva sus grandes manos a su pequeña cintura. Damián se inclinó, sus labios rozando los de Alice. El aliento de ella se aceleró, sus ojos aún húmedos, pero ahora con una chispa de anticipación. Él la atrajo más cerca, el calor de sus cuerpos fusionándose. —Te tengo ganas, Alice, pero no de esta forma, así no funciona —le dijo, revisando su voz, sonando algo gentil, totalmente desconocido para ella.
—No logro entenderte, eres un Adonis que ha tenido sexo con muchas mujeres, que actúa sin importar su dolor y lo demás… Inicia, tienes mi aprobación.
—No, Alice —la toma de la mejilla para que lo mire a los ojos—. Me odias y lo acepto… pero tú no eres igual a todas las mujeres que he tenido, eres distinta y eso hace que… todo sea diferente.
—No digas