—¿De qué fotos hablas? —Alice entra en una crisis existencial.
—Míralo con tus propios ojos —el hombre le envía las fotos y Alice se dispone a mirarlas sin colgar la llamada. Recuerda ese trágico día en que pensó que moriría, el día que la secuestraron.
—Esas fotos llegarán a los medios y te van a tachar de infiel, y estoy seguro de que la sociedad te va a señalar porque una mujer como tú, una Anderson, no debería tener este tipo de comportamiento.
—¡Mientes! —Alice empieza a temblar—. ¡Fui secuestrada y seguramente por usted, es una basura, un cobarde que no da la cara! —grita y lo escucha reírse a carcajadas.
—No soy el jefe, porque si lo fuera no daría tantos rodeos y haría un estallido de polémica con estas fotos. “La infiel Alice de Anderson”, no podrás decir que fuiste secuestrada, al final, la policía no fue quien te rescató, así que no hay pruebas —se ríe nuevamente y esa risa burlona la hace a ella enojar—. Divórciate de Anderson, al final su amor no es real, si no, ya sabes l