—Así soy y seré hasta que me muera, Alice; mi alma es tan fría que es incapaz de amar —ella traga saliva y siente más fuerte su agarre, como queriéndole decir que no piensa dejarla ir de su lado tan fácilmente—. Así tú no quieras, deberás seguir siendo mi esposa y daremos la dichosa entrevista, ¿estamos claros?
Ella frunce el ceño y con fuerza se suelta de su agarre, se aparta de él y lo mira sintiendo unas ganas de decirle tantas cosas, pero se muerde la punta de su lengua y resiste. Toma el impulso de marcharse y esta vez Damián no la detuvo. Al escuchar que ella cierra la puerta de un portazo, sintió un atisbo de remordimiento.
—¡Maldición! —empuña su mano y golpea la pared más cercana para desahogar su ira. Siente su sangre hervir porque no acepta que Alice quiera el divorcio y menos como están las cosas—. Quizás… quizás fui demasiado lejos —empuña sus manos, siente como cada vez más el enojo se apodera de él y eso no es bueno; con la sangre caliente no piensa bien.
Mariana, al ve