Alice anhela ser besada por su esposo, que sus grandes manos recorran su cuerpo, pero al cerrar los ojos para recibir aquel beso, recuerda a Mariana, todo lo que ha pasado con ella y esa sonrisa burlona que la saca de sus cabales. Cooper coloca sus delicadas manos sobre el pecho de Damián y lo aleja, cortando por completo el ambiente tenso de pasión que los empañaba. El rechazo para Anderson fue suficiente para que regresara con su fría actitud. Jamás una mujer lo ha rechazado, jamás.
—¿Qué pretendes? —ella lo mira fijamente a los ojos queriendo saber lo que realmente él quiere con ella—. No soy una mujer que recibe migajas.
—tu mente debería estar aqui, en lo que esta pasando Alice, no lo niegues, percibo tus ganas
—Damián, ten un poco de respeto. No sé cuántas veces tengo que decirte que no soy como las otras mujeres y menos como esa mujer que se cree señora de tu vida.
—¿Hablas de Mariana? —sonríe—. No tienes la necesidad de mencionarla aquí. Si yo fuera un hijo de puta, fácilmente