Ella se mueve lentamente sobre él, sintiendo la conexión profunda entre sus cuerpos. Damian gime en respuesta con sus manos firmes en su trasero, guiándola. El agua tibia y el aroma a rosas crean una atmósfera íntima, un refugio de los problemas que los acechan. Alice lo mira a los ojos, una sonrisa traviesa se dibuja en sus labios.
—¿Ves? No soy tan frágil como crees —le susurra, y Damian no puede evitar sonreír también.
—Eres muy juguetona —Damian la agarra del cuello—, pero no he dicho que seas frágil, solo quiero cuidarte.
—Me cuidas si me das amor —ella lo mira literalmente como si se lo fuera a comer con la mirada—, si me tocas, si me haces tuya cuantas veces sea posible, así me cuidas.
—Para eso hago todo lo que hago —la voz de Damian es ronca, Alice se mueve muy bien y eso lo tiene satisfecho—, para poder dedicarme a ti —la suelta del cuello y la toma de las mejillas para atraerla—. Esto que siento por ti es nuevo para mí y me agrada —comenta cerca de sus labios—. Tú me vuelve