Capítulo 2. Loco corazón.

La mujer asintió con la cabeza mientras se recostaba en la camilla, sintiendo una mezcla de nerviosismo y emoción correr por su cuerpo. Sabía que este era el comienzo de algo grande, algo que había anhelado durante años. Siempre quiso tener hijos.

Rogaba al cielo que pudiera quedar embarazada, y que eso ayudara a su matrimonio y también hacer feliz a su familia que estaban ansiosos por tener un nieto, de solo pensar en su alegría, se le dibujaba una sonrisa en los labios.

Ella era hija de una familia numerosa, y veía con nostalgia como sus primos y primas, tenían a sus bebés y ella no, y no es que le provocará envidia, para nada, más bien se alegraba cada vez que alguien daba la noticia de un nuevo embarazo; sino que era el deseo que más anhelaba en su corazón y aún no entendía por qué no podía cumplirlo.

El doctor comenzó a preparar todo lo necesario para la inseminación mientras la mujer cerraba los ojos y se concentraba en respirar profundamente. El proceso fue rápido y sin dolor, y ella no pudo evitar sentirse agradecida con la ciencia moderna por hacer posible que pudiera tener su hijo.

Después de unos minutos, el doctor se detuvo y sonrió.

—Listo, señora Castelli. Ahora solo tiene que descansar y esperar los resultados, en una semana.

La mujer asintió y se levantó con cuidado de la camilla, sintiéndose un poco mareada mientras se vestía, pero luego de un momento se sintió mejor.

—Gracias, doctor, de verdad estoy muy emocionada y ansiosa por conocer la noticia.

Tamara no podía evitar pensar en todo lo que había hecho y pasado para llegar hasta allí. Había intentado quedar embarazada de manera natural durante años, cinco años para ser exactos, sin éxito, alegrándose cada vez que tenía un retraso y decepcionándose y cayendo en depresión cuando se hacía la prueba y resultaba negativo, todos los meses ese era su rutina, y terminaba triste, deprimida de no poder cumplir con su sueño más anhelado.

Había probado con diferentes tratamientos y medicinas, pero nada funcionaba. Hasta que finalmente se decidió por la inseminación artificial y su esposo aceptó ayudarla en eso, de pronto recordó lo que le había dicho, que si eso no funcionaba, se divorciaría de ella.

Al recordarlo no pudo evitar sentirse angustiada, en su familia a excepción de su abuela paterna, ninguna de las generaciones de sus padres, ni de sus primos se había divorciado hasta ahora, ella no quería ser quien rompiera el récord de matrimonios consolidados en la familia, le tenía pavor a equivocarse.

Por otra parte, le daba vergüenza que su matrimonio fracasara, porque sus padres se lo habían dicho cuando iba a casarse, que esperara vivir primero un noviazgo, que aún era muy joven.

Cuando le dieron ese consejo, ella se molestó y no estuvo de acuerdo, hasta terminó discutiendo con ellos, que en la familia muchos se habían casado jóvenes y que no veía ninguna razón por la cual ella debía esperar, sin embargo, ahora que el tiempo había pasado no estaba tan segura de haber hecho lo correcto, aunque aún no estaba preparada para admitirlo.

Mientras salía del consultorio, Tamara no pudo evitar sentirse emocionada y asustada al mismo tiempo. ¿Y si no funcionaba? ¿Y si no era capaz de concebir un hijo después de todo? Pero también sentía una gran determinación. Haría todo lo que estuviera en su poder para tener a su hijo.

Apenas salió marcó el celular de su esposo, hizo un primer intento, el teléfono repicaba, nadie lo atendió, luego hizo una segunda llamada, con el mismo resultado, hizo un tercer y cuarto intento, hasta que en el último respondió, pero la molestia de su esposo no se hizo esperar.

“¡Maldit4 sea mujer! ¿Por qué carajos tienes que ser tan intensa? ¿Acaso no te das cuenta de que cuando alguien no responde un teléfono es porque no puede hablar?”, expresó furioso.

—Lo siento Joel, mi intención no era perturbarte, solo te llamaba para decirte que ya me hice el procedimiento de inseminación artificial y solo nos queda esperar los resultados en una semana —dijo emocionada.

“¿Y solo para esa estupidez me interrumpes? ¿Acaso crees que estoy jugando? ¿O perdiendo el tiempo como tú? ¿Piensas que no tengo nada qué hacer? Te voy a agradecer que no me molestes que estoy ocupado”, dicho eso le cortó la llamada, sin dejarla hablar.

Ella suspiró profundo, sintiéndose su corazón herido, mientras los ojos se anegaron producto de las lágrimas.

No podía creer que él la tratara así, si cuando se enamoraron se veía que la amaba, pero ahora no estaba segura, por un momento tuvo dudas ¿Sería correcto traer un niño al mundo solo para salvar un matrimonio? ¿No estaré siendo egoísta?, pensó ¿Será que me estoy equivocando otra vez?, se preguntó.

Llamó a su amiga y esta la atendió al primer repique.

—Aló, Freya, ¿Estás ocupada? —interrogó con un poco de vergüenza, no deseaba molestar.

“No, estoy un poco desocupada ¿Te hiciste la inseminación?” interrogó.

Sí, ahora iré a la casa a descansar… te llamaba porque necesitaba conversar con alguien —un sollozo salió de sus labios y Freya se asustó.

"Voy a tu casa, nos vemos allá", dijo cortando la llamada.

Ella siguió caminando, con los ojos tan anegados por las lágrimas producto de la discusión con su esposo, que no se dio cuenta por donde iba caminando hasta que impactó con un cuerpo sólido y hubiera rodado cómo fruta de pueblo, si esos fuertes brazos no la hubieran sostenido con fuerza.

Tamara levantó la cabeza y vio al hombre más hermoso que había visto en su vida, con unos ojos verdes que brillaban como si fueran esmeraldas en la luz del sol.

El hombre la observó preocupado.

—Disculpe señorita, ¿Está bien? ¿No se lastimó? —ella negó con la cabeza, aunque se sentía un poco aturdida por el impacto y la emoción, no pudo hablar por unos segundos hipnotizada ante la belleza de ese hombre.

—No —agitó la cabeza—, no me lastimé, estoy bien, disculpe… venía distraída, lo siento —dijo en un hilo de voz, mientras él la soltaba con cuidado.

Tamara no podía dejar de mirarlo, sintiendo una extraña atracción hacia él.

—Gracias, no sé cómo agradecérselo —dijo ella tímidamente.

—No hay problema, solo asegúrese de mirar hacia dónde va la próxima vez —respondió él con una sonrisa y guiñándole el ojo.

Ella se sonrojó avergonzada, y no pudo evitar, sentir como especie de aleteos de mariposas en su estómago.

Y aunque él se retiró, ella se quedó viéndolo hasta que cruzó por otro pasillo y dejó de verse.

—¿Qué diablos pasó aquí? —se dijo, mientras se ponía los lentes, subía al auto e intentaba controlar los latidos acelerados de su loco corazón.

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