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Fiel a su naturaleza, Enyd no perdió tiempo en rodeos ni minimizó nada al explicarme el estado de Mael cuando lo rescataran del despeñadero, ni el esfuerzo y las privaciones que enfrentara por ir en mi busca, cuando apenas comenzaba a recuperarse.

—Es curioso —murmuré, casi pensando en voz alta—.Estaba que apenas se mantenía en pie cuando se lo entregaron a Olena, ¿sabes? Y logré que se recuperara bastante antes de huir. ¿Será por eso que no me daba cuenta que su condición era tan frágil?

—Imagino que sí. No dudo que habría muerto sin ti, y si él no lo sabe, o no lo recuerda, seguramente lo adivina.

—¿Y qué puedo hacer por él?

Enyd me observó un momento con sonrisa vaga antes de responder.

—Creo que no ha tenido un momento de paz hasta hace dos semanas, cuando empezaste a levantarte. He hecho lo que pude por hacerlo dormir, atragantarlo de comida, mantenerlo abrigado, pero su preocupación por ti era demasiada. Preocupación y culpa, porque si lo con

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