No resistí la tentación de apoyar un brazo en sus hombros y besarle la frente, riendo por lo bajo. Para mi sorpresa, Risa rodeó mi cintura con sus brazos y apoyó la cara en mi pecho, como escondiéndola.
—¿Qué ocurre, mi pequeña? —pregunté en un susurro.
—No lo sé. Me alegra haberte hallado y que me estés ayudando a recordar, pero…
—No te sientes preparada para regresar.
Se estremeció junto a mí y meneó apenas la cabeza.
—¿Quieres que nos quedemos un tiempo más aquí?
—No, este lugar apesta.
Asentí acariciándole el pelo en silencio, para darle una oportunidad de expresar lo que realmente quería, en vez de contestar mis preguntas.
—Es horrible, ¿sabes? —murmuró tras una pausa—. Todos me conocen. Todos lo saben todo de m