El estofado estaba delicioso, y me senté a comer con los niños, que devoraron sus porciones como los cachorros de lobo que eran. Risa apeló a la excusa de empacar para no compartir nuestro almuerzo.
Acababa de reunirme con ella en una cuadra cuando llamaron a la puerta posterior, sobresaltando a Risa. Me atreví a apoyar una mano en su hombro, instándola a enfrentarme. Le hablé sin cerrarme, para que los demás también escucharan.
—Tranquila, amor mío. Son Ragnar y Brenan. Los dos te conocen, te quieren, y sobre todo, te respetan. —Le guiñé un ojo—. Y no son Mendel. ¿Quieres que les abra yo?
Risa asintió, tratando de sonreír sin lograrlo. Salió de la cuadra conmigo para ir a reunirse con los niños. Abrí la puerta y sonreí al ver las expresiones de Ragnar y Brenan, mezcla de expectativas y cautela. Conscientes de que ella n