Descendió en derechura hacia nosotros, chillando mi nombre en una imitación aceptable de la voz de madre. Lo cual sólo alimentó mi frustración, porque en el primer momento había creído que se trataba de Bardo.
Tuve que cambiar por unos pocos minutos, más que suficientes para morirme de frío, para tomar el mensaje que traía. Y comprendí de inmediato por qué el cuervo se veía idéntico a la mascota de mi pequeña.
“Éste es Galo, hermano de Bardo. Tal vez pueda ayudarte a encontrarla.”
Oh, madre sí que había pensado en todo. Así que antes de volver a cambiar, lo envíe por delante nuestro hacia el norte con dos palabras: Bardo, Risa. No precisó más para volver a remontar vuelo. Durante el resto del día lo perdimos de vista en varias ocasiones, debido a las lomas y colinas, pero al anochecer regresó con nosotros, chillando para reclamar nuestra atención y aleteando sin posarse, como si quisiera que lo siguiéramos.
Había comenzado a nevar, y acabábamos de encontrar un montecillo de abetos don