Eres un maldito estúpido… —escupió entre jadeos.
Owen tomó la botella de la mesa, sirvió otro trago y lo lanzó con fuerza justo detrás de ella, haciéndola sobresaltarse.
Zoe lo miró con los ojos encendidos de rabia, el pecho subiendo y bajando violentamente. Dio media vuelta, el sonido de sus tacones retumbando con furia en las piedras del pasillo, y salió de la sala como un huracán, con las manos temblándole de impotencia. Apenas cruzó las escaleras, dejó escapar un gruñido bajo, casi animal, y lo único que deseaba era estar lejos de Owen, lejos de esa obsesión enfermiza que lo consumía y que siempre terminaba arrastrando a todos.
Mientras tanto, en la manada Tormenta, la calma era apenas una fachada. Isabella retiró con brusquedad las manos de Mateo que aún rodeaban su cintura. Sus ojos, profundos y oscuros, lo miraron con una mezcla de advertencia y molestia.
—Es mejor que no me toques —dijo con firmeza, cruzándose de brazos.
Mateo sonrió, esa sonrisa arrogante que parecía estar gr