Mientras tanto, en la manada tormenta, Logan se puso lentamente de pie, con esa calma que lo caracterizaba, observando durante unos segundos el cuerpo dormido de Mía, envuelto entre las sábanas. Su respiración tranquila era un contraste con el torbellino de emociones que él llevaba dentro. Se inclinó, acarició suavemente su cabello y rozó sus labios con un beso lento, lleno de posesión y ternura a la vez.
Después de ese gesto silencioso, dio media vuelta y salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.
Mía tardó unos minutos en despertar. Sus ojos se abrieron poco a poco, acostumbrándose a la luz suave que llenaba el cuarto. Se estiró, y al girar la vista hacia la mesa de noche, notó una rosa roja, fresca, con un pequeño sobre a su lado. Una sonrisa se dibujó en sus labios al tomarlo. La caligrafía firme y elegante de Logan estaba grabada en el papel:
"Para mi luna. Espero verte más hermosa que nunca esta noche en la celebración. Este es solo un pequeño reflejo de lo que signi