—Lo siento, querida —respondió con sarcasmo, sus labios curvándose en una sonrisa cruel—. Pero temo que las cosas ya no son tan simples como crees.
Mía apretó los dientes, la sangre hervía en sus venas. Antes de que nadie pudiera detenerla, se lanzó contra Owen, descargando todo el peso de su cuerpo en un golpe directo a su pecho. El impacto resonó en la sala como un latigazo seco.
Owen retrocedió un paso, sorprendido, aunque de inmediato recuperó la compostura y atrapó con fuerza las muñecas de la joven.
—Tarde o temprano —susurró, inclinándose hacia su oído, con la voz baja, venenosa— vendrás a pedirme perdón… de rodillas.
Mía lo miró con furia, los ojos empañados por una mezcla de rabia y dolor, tratando de zafarse. Y fue entonces cuando la figura de Logan irrumpió como un trueno.
El alfa avanzó a pasos firmes, el suelo vibrando bajo su peso. Sin mediar palabra, tomó a Owen del pecho, lo levantó con una sola mano, arrugando la tela de su traje. Los músculos de su mandíbula temblaba