Logan se mantenía erguido frente a todos los guerreros de la manada Tormenta. Su mirada, fría y decidida, recorría cada rostro que lo observaba expectante. El silencio era absoluto, pesado como una losa, hasta que finalmente habló, con la voz firme que lo caracterizaba cuando se trataba de liderazgo.

—La orden es clara —declaró—. No habrá descanso, no habrá tregua… nuestra misión es traer de nuevo a Isabella a esta manada.

Un murmullo recorrió el grupo, mezcla de respeto y determinación. Sabían que el secuestro de la hija del alfa no era solo una afrenta personal, sino una ruptura directa contra el equilibrio que habían mantenido durante años.

Luca se adelantó unos pasos, acercándose lo suficiente como para hablarle al oído a Logan sin que los demás escucharan.

—Ya todos los miembros de los clanes aceptaron reunirse —susurró con seriedad—. Están esperando en la ciudad.

Logan asintió despacio, procesando la noticia. Se enderezó de nuevo y alzó la voz, imponiendo su presencia con cada p