Capítulo 6.
La ventana trasera bajó suavemente, revelando un rostro que me hizo olvidar el dolor por un momento.
El hombre era impresionante, casi irreal. Con pómulos marcados, ojos azules penetrantes y un cabello oscuro despeinado, como si acabara de pasarse los dedos entre ellos.
—Señorita Alejandra —dijo, su voz fue cálida y profunda, a pesar de las circunstancias—. Soy Cristóbal Soto, de la Manada Colmillo de Tormenta.
Ya se estaba moviendo, bajando del auto con una gracia fluida.
Sin dudarlo, se quitó la chaqueta cara y me la colocó suavemente sobre los hombros. La tela era suave y cálida, todavía impregnada de su aroma: bosques de pino y aire invernal.
—Nuestro Alfa desea reunirse contigo. ¿Eso sería aceptable para ti?
Lo miré atónita.
Cristóbal Soto, conocía ese nombre, había oído rumores en los círculos de manadas; era el heredero de la manada más poderosa del norte, la Manada Colmillo de Tormenta. Su abuelo era el actual Rey Alfa.
En mi vida pasada, me había tomado diez años de cuidadosa