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Sin más, le pedí que me escoltara mientras caminaba entre las interminables filas de guerreros que mostraban sus armas orgullosamente, jurando protegerme y lo más importante, jurando seguir mis órdenes antes que las de cualquier otro. Ellos eran los guardias de la luna, y cuando una estrella tan brillante los comandaba, no había espacio para que las llamas o el agua intervinieran.

Camino de regreso a mis aposentos, cuidé de mantener las manos a los lados del cuerpo para que el astil del fuego se viera obligado a mantener la cabeza baja y aunque su sobrina hizo cuantas señas les fue posible, fingí no comprenderlas, devolviéndole así los malos tratos a su tío. Sabía que actuaba mal, pero tampoco ignoraba que él me haría lo mismo en cuanto tuviera la oportunidad y a pesar de actuar como una niña quejosa, me sentía indescriptiblemente reconfortada al verlo tan molesto.

Las doncellas y ayudas de cámara tenían todo un despliegue de trajes preparados sobre el lecho cuando finalmente llegué
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