Helena luchó por incorporarse, para frenar a Roger.
El esfuerzo la mareó tanto que su vista se volvió borrosa. A duras penas, distinguió la silueta de Russell en la cama.
Él luchó por liberar su cuerpo. Ella escuchó el crujir de las extremidades al alargarse. El rugido de dolor cuando su rostro se distorsionó. Y en la figura de su enorme cuerpo, creció un pelaje espeso y negr0.
Ella frunció el ceño, el cambio no era normal. No como un lobo común y corriente.
El equipo de Roger rodeó a Russell y cada hombre le apuntó con alguna especie de arma.
―¡Basta! ―gritó ella.
Pero la visión de Helena fue obstaculizada por alguien que tapó su boca y nariz con una gasa empapada.
Helena reconoció el olor del medicamento, un tranquilizante. Intentó quitarse aquello de encima, pero no lo logró.
Escuchó el cristal romperse, un gruñido bestial y el grito de los hombres que lucharon con ferocidad.
El tranquilizante surtió efecto en ella y su cuerpo dejó de responder lentamente. Los ojos de Helena ya no