―No, yo solo quería ver cómo estaba usted... ―dijo con nerviosismo.
―Sé detectar a personas que tienen segundas intenciones. Siéntate y habla ―ordenó, tal como su jefe/marido.
Obedeció, pero se sentó lejos de su suegra. Gloria tomó la taza de té, se deslizó un mecho de cabello gris, liso, a la altura de su mandíbula, detrás de la oreja y bebió con elegancia.
―Necesito hablar con Mara, la curandera ―dijo Helena sin rodeos.
Gloria sonrió. Dio una orden a una de sus sirvientas que vestían tan formal como una mesera de un restaurante elegante.
Helena pudo percibir la infusión de hierbas, con su superolfato, pero al no tener experiencia, no pudo identificar ningún ingrediente.
―Cuéntame, ¿cómo estás manejando a esa roca?
«¿Roca?», Helena se sorprendió por el apodo.
―¿Se refiere a Russell, a Jack? ―preguntó, para ver si no estaba equivocada.
Gloria torció la boca con disgusto.
―Sí, a él. Cuéntame, ya que esa roca no me habla, para nada.
Helena se sintió nerviosa, no tenía idea de que ambos