Capítulo 12: Una pista

Helena se había despertado con gran hambre.

Buscó devorar todo en su casa, y no solo eso, el lívido lo tenía por las nubes.

Envió varios mensajes a su jefe/marido, le preguntó qué había pasado. El muy maldito se limitó a decir que falló en la prueba del sabueso. Claro, respondió horas después, cuando el señorito se dignó a escribir.

Helena deseó ah0rcarlo.

Luego de devorar toda la comida y atenderse sola hasta saciarse, pasó un par de días durmiendo profundamente. Incluso su madre se preocupó, pero Helena volvió a la normalidad después del descanso.

Luego de ese extraño episodio, ella entró a la oficina de su padre. Le dio consuelo el revisar las notas de su papá y sacudir el polvo de los muebles.

Ahí se sintió útil.

Su olfato se volvió más sensible. Percibió ciertos olores que no notó antes. Fue en toda la casa y en sí misma; con el olor a vainilla. Pero hubo otro en la oficina, que le fue muy familiar, y provino del librero.

Revisó cada libro, los hojeó de forma superficial, pero no
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