El cielo se teñía de un rojo intenso mientras el sol comenzaba a ocultarse tras las montañas. Helena observaba desde la ventana de la torre norte cómo las nubes adquirían tonalidades carmesí, presagio de la luna roja que aparecería esa noche. Sus dedos tamborileaban nerviosamente sobre el alféizar de piedra mientras su mente repasaba los acontecimientos de las últimas horas.
Darius había convocado a todos en el gran salón apenas el druida Malakai llegó con las noticias: los clanes enemigos habían unido fuerzas y planeaban atacar durante la luna roja, cuando el velo entre los mundos se debilitaba y las criaturas sobrenaturales alcanzaban el máximo de su poder.
—Una cacería de sangre —había anunciado Darius, su voz resonando en las paredes del salón mientras todos los presentes guardaban un silencio sepulcral—. Eso es lo que nos espera esta noche.
Helena recordaba la tensión en el ambiente, los rostros preocupados de los guerreros, el miedo palpable en el aire. Pero lo que más la pertur