Por tres días me refugié en aquella habitación, dividida entre los sentimientos más inverosímiles.Mi lado humano ansiaba claridad, realismo, un camino definido que seguir. Mi lado de loba, en cambio, solo deseaba ver arder el mundo; quemarlo todo y a todos los que habían tenido una mano en la desgracia de mi familia… a todos, menos a él. Ansiaba sus besos, su cuerpo jadeante sobre el mío. Me perdía en pensamientos febriles que acababan hiriéndome cuando las palabras de Lyanna retumbaban en mi mente.
Los golpes en la puerta me despertaron. Me había quedado dormida abrazada a una botella de tinto.
—¿Quién es? —chillé de mala gana. Sabía que era cuestión de tiempo para que uno de los dos apareciera. Sentía que todos querían algo de mí: uno, mi alma, mi amor, mi juramento eterno; el otro, mi cuerpo, mi mente, incluso mi cordura.
—Soy yo —reconocí la voz de Darian.
—¡Márchate! —vociferé, metiéndome en la cama y cubriéndome hasta la cabeza con el edredón.
—Tengo algo para ti.
No contesté. A