Lobo blanco V.
Después de la noticia del embarazo, Rebeka se encerró en nuestra habitación. Apenas salía para comer.
Eso me venía bien. No tenía interés en fingir felicidad donde no la había.
Me sumergí en el trabajo, en las responsabilidades, en cualquier cosa que me permitiera no enfrentar el vacío que crecía dentro de mí.
Los días se volvieron semanas, las semanas se volvieron meses, y yo solo me fui entumeciendo más, como una bestia dormida bajo la nieve.
Hasta que llegó el momento que cambió todo.
La matrona vino a mi oficina con pasos firmes y una sonrisa tenue.
-Ha nacido su cachorro, Alfa. Un macho sano, su madre se encuentra muy bien también. Puede ir a visitarlos ahora.
Fui por las apariencias, por el deber.
Pero cuando vi ese pequeño cuerpo frágil, sus ojos cerrados y esa respiración débil, algo dentro de mí se activó.
Mi instinto protector rugió, emergiendo del abismo oscuro donde me había perdido.
—Se llama como su padre —dijo la loba con orgullo.
—Alderik... —murmuré, con un nudo en la