Lobo Blanco Capítulo XX. Final.
El silencio pareció aprobar mi rendición. Sin embargo, su voz volvió a estremecer mi pecho antes de que pudiera recuperar aliento.
—Aún hay algo que debes saber antes de que comiences tu misión. Para cumplirla plenamente, necesito dotarte de dones que ningún otro lobo ha recibido jamás.
El aire se espesó a mi alrededor.
—Entre ellos —prosiguió— estará el poder de doblar tu entorno a tu voluntad. Una fuerza que te permitirá proteger, espiar, esconderte o enfrentar cuando todo lo demás falle.
Por un instante, mi corazón palpitó con la ilusión de que al fin la carga sería más ligera. Pero sus palabras siguientes fueron como garras heladas clavándose en mi espalda.
—No obstante, ese don tiene un precio. Y no se encuentra a discusión. —La voz de la Gran Madre se volvió tan cortante como la misma luna menguante—. Para utilizarlo, deberás pagar los pecados que tu alma arrastra.
Mis labios se abrieron, pero no salió sonido alguno.
—Cada noche —dictó ella, inexorable—, cuando l