—Mi... ¿Qué?

Lo miré preguntándome si era una broma.

Decidí que seguiría mi camino, pero me bloqueó.

Me miró de arriba a abajo de forma asquerosa. Entonces hizo un sonido desde el fondo de su garganta.

Parpadeé incrédula ante la audacia de Jared. ¿De verdad acababa de ronronear como si fuera… qué? ¿Un gato mimado? Sacudí la cabeza y retomé mi camino, pero él se plantó frente a mí de nuevo, bloqueándome el paso con una sonrisa arrogante que me crispaba los nervios.

—No he terminado de hablar contigo —dijo, con ese tono suyo que siempre parecía una orden disfrazada de cortesía.

Crucé los brazos y lo miré de frente.

—Quítate de mi camino, Jared. Hoy no estoy de humor para ser amable.

Él inclinó la cabeza hacia un lado y, para mi horror, volvió a ronronear, grave y satisfecho, como si le divirtiera mi molestia.

—Lo permitiré. Quédate de mal humor conmigo —replicó con descaro—. Me encanta verte así.

¿Pero qué demonios le pasaba en la cabeza?

Intenté esquivarlo por tercera vez, pero me to