Capítulo 70.

—Estoy bien— dije finalmente. —La sangre no es mía.

Él solo me miró fijamente hasta hacerme sentir incómoda.

Apreté los labios cuando ya no pude soportarlo.

—¿Vas a darme un sermón?

—No. —Su voz fue tranquila, casi inesperada—. No te traje aquí para regañarte.

—¿Ah, no?

—No. —La miró de reojo, con seriedad—. Eres adulta ahora. Tus maestros y yo te hemos enseñado que debes hacerte responsable de tus actos, de sus consecuencias inmediatas y a largo plazo. Si golpeaste al cachorro, debió haber una razón válida.

Jugueteé con una piedra, observando cómo el río la engullía al lanzarla lejos.

—La hubo.

El silencio se extendió entre ambos, interrumpido solo por el murmullo del agua.

—Entonces, si no es para darme un sermón, ¿por qué me trajiste hasta aquí?

—Porque parecías agitada. El río me calma. Pensé que haría lo mismo contigo. ¿Te sientes mejor?

Alina meditó un instante.

—Sí.

—Bien. Regresaré con los demás…

—No te vayas. —El susurro salió de mis labios antes
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