Capítulo 62.
Esperamos. Cada respiración se sentía demasiado fuerte, como si el silencio fuera a delatarnos. Nos pegamos a unos barriles olvidados, observando la tienda a unos veinte metros. De ahí venían los gemidos de las hembras. Cinco minutos pasaron, y pronto quedó claro que los humanos no apartaban la vista de esa tienda. Nadie parpadeaba, nadie se movía sin control.
—Creo que en tu visión, el lobo blanco es la distracción —susurré a Zayn—. Él entra en otra tienda para llamar la atención, tú aprovechas para entrar a la de las hembras.
El lobo blanco me miró, sus ojos brillantes, alertas.
—¿Qué quieres que haga? —preguntó, su voz profunda era más un gruñido que palabras.
Olfateamos. Habían otros lobos en una tienda más al sur. Todo encajaba: distracción al norte, Zayn entrando al sur.
El sudor me corría por la frente y la espalda. El Velo estaba activo y cada segundo exigía concentración absoluta. Y quizá por eso yo no estaba incluida en la visión de mi hermano.
—Robaré una carreta cer