Capítulo 111.

Realmente los humanos no representaban un gran reto. No es que no estuvieran armados; muchos sí lo estaban, pero sus armas no eran rivales para nuestros reflejos, y las heridas que nos hacían no eran nada que no pudiéramos cerrar con un poco de sangre Suprema. Al parecer, solo cuando iban hacia nuestro lado del continente se armaban con Muerte de Lobo. En estos muelles, el factor sorpresa fue decisivo.

Acabar con los siguientes tres muelles fue de lo más rápido y poco emocionante del mundo. Incendiamos almacenes, rompimos barriles, empapamos madera de aceite… y nada. Ni resistencia, ni emboscadas. Solo trabajo mecánico.

—¿Quién diría que incendiar cosas sería tan aburrido? —murmuré mientras nuestro último muelle ardía frente a nosotros.

El lobo blanco suspiró a mi lado, como si ese humo también le cansara.

—No se supone que quitar vidas sea divertido, Alina.

—Ya sé que no. Me refería a que creo que somos demasiados para una tarea tan sencilla.

—Lo mismo pienso —intervino papá,
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