Capítulo 110.

Mamá no estaba muy feliz de perderse la acción, pero respetó la sabiduría de la moneda.

Mi padre, el lobo blanco, Zayn y yo fuimos los únicos que no participamos en el lanzamiento. Mi familia era esencial para la misión, mientras que el lobo blanco me seguiría sin importar lo que dijera la moneda. Así que ahí estábamos.

Abrí el portal que nos llevaría hasta el territorio del Alfa Said y lo cruzamos juntos. Con eso nos ahorramos al menos cuatro o cinco días de viaje a toda velocidad sin descansos.

Papá tomó la delantera y nos guió hacia la costa, donde el barco humano seguía atracado.

El navío era enorme, de madera oscura y cuerdas gruesas que se mecían con el viento. Las marcas de los humanos seguían frescas: huellas, redes y restos de fuego en los bordes del muelle.

El problema fue que nadie tenía idea de cómo funcionaba esa cosa.

Lo primero que hicimos fue nadar hasta él y trepar por el costado, empapados y congelados. Revisamos cada rincón. Los humanos habían dejado comida,
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