Ezekiel
El grito en mis sueños me despierta. Es un alarido infantil, desgarrador, y está dirigido a mí.
—¡PAPÁ! ¡EZEKIEL!
Me siento de golpe, con la respiración entrecortada, los músculos tensos y un sudor frío recorriéndome la espalda.
La habitación está en penumbras, pero no es la oscuridad la que me inquieta.
¡Es esa voz!
La misma que me ha estado persiguiendo en mis sueños durante las últimas semanas. La misma que regresa, una y otra vez, como un susurro entre las tinieblas.
La misma que, por alguna extraña razón, me llena de una mezcla extraña de emociones, en donde el miedo es incontrolable.
Y yo no suelo tener miedo…
Mi mandíbula se tensa al máximo. No soy alguien que se deja atormentar por nada, mucho menos por fantasmas o sueños…
Con esto en mente, me levanto de la cama, consciente de qué es lo que sucede. Pero, aun así, necesito su confirmación, la confirmación de Lyra.
***
Cuando llego a las mazmorras, el hedor a encierro y enfermedad me golpea como un puñetazo direct