Ezekiel
Siento como un intenso calor comienza a apoderarse de mi interior, al punto en el que me quema.
Un poder, que reconozco como propio de un Alfa, se despliega dentro de mí, como un relámpago bajo mi piel, un fuego que reconozco, un fuego fatuo, antiguo, que arrasa mis entrañas. Es como si cada fibra de mi ser se tensara al máximo, como si mis huesos se hubieran convertido en brasas al rojo vivo.
Pero no es solo el poder…
¡Es un llamado inconfundible!
Un tirón visceral, un anzuelo de luz en medio de la oscuridad.
El corazón da un vuelco en mi pecho, y siento cómo el mundo se estrecha hasta convertirse en una fina y delgada que me lleva directo…
¡A él!
Porque no tengo dudas es él.
¡MI HIJO!
El lobo dentro de mí se yergue de golpe, un aullido ahogado se retuerce en mi columna vertebral. Es puro instinto, una primitiva certeza, una verdad escrita con sangre… ¡Mi sangre! Puedo sentirlo en cada latido, en cada respiración. Es una parte de mí, una chispa de mi propia vida en la distan