Edward
Apenas Rowan cerró la puerta y nos dejó solos en el pasillo, aproveché el momento para hacer lo que llevaba horas deseando.
Tiré de la mano de mi pequeña vampiro hasta meterla en un rincón oscuro, lejos de las miradas y de ese calor sofocante que tenía el Averno.
Roxie sonrió con esa picardía que me destrozaba la voluntad. Su sonrisa era pecado y bendición a la misma vez. Y sin decir una sola palabra, me comió la boca en un beso que veníamos ansiando hace rato.
La levanté por la cintura, su cuerpo encajando contra el mío buscando desesperados el más mínimo contacto. Su espalda chocó contra la pared, y la apreté contra mi pecho. Froté mi necesidad contra su intimidad y ella soltó un jadeo que me hizo ver estrellas.
Anderson rugió en mi cabeza, ansioso, desbordando todo mi control. Quería tomarla justo ahí, en medio de ese pasillo helado, borrar el miedo y el cansancio con piel y mordidas.
—Por fin… —susurró ella, mordiéndome el labio—. Hazme tuya, por favor...
Mis manos recorr