Desde la distancia, entre los árboles, se veía una columna de humo elevándose al cielo. No podía ver el fuego directamente; solo el resplandor naranja que manchaba el bosque y el humo oscuro que se mezclaba con la noche.
Me quedé mirando un largo rato, intentando entender si de verdad lo habían hecho.
—Ya está hecho —dije al fin, en voz baja.
Lena estaba detrás de mí. No había escuchado cuándo se acercó , pero allí estaba, con los brazos cruzados y el rostro apagado por el cansancio.
Asintió una vez, despacio.
—Sí. Ya está hecho.
Me tragué un nudo que quemaba.
—Hicieron lo que quisieron con él —dije, apartando la mirada de la ventana.
Lena asintió de nuevo, más fuerte esta vez, como si las palabras le dolieran.
—Lo sé.
Me pasé la mano por el rostro. Sentía los ojos hinchados.
—Desconozco en lo que se ha convertido mi hermano —dije—. Y no sé si quiero formar una vida con un lobo como Eiden.
Lena me miró, profunda, sin parpadear.
—Tienes razones para dudar —dijo con calma—. Tienes razon