Capítulo 81. El cautiverio.
El primer recuerdo fue un olor: cloro, metal, encierro. Iris abrió los ojos lentamente, con la garganta seca y la cabeza palpitante. No estaba en su habitación, ni en la finca, ni en ningún lugar que conociera. La luz era artificial, blanca, despiadada. El techo era bajo, las paredes lisas y grises, y la única ventana estaba cubierta por una reja que dejaba pasar apenas un hilo de aire nocturno.
Trató de incorporarse y notó que estaba sobre una cama metálica, con sábanas ásperas y una manta doblada en la esquina. Su mochila no estaba. Su celular tampoco. Solo llevaba la ropa de la noche anterior y la libreta de cuero que alguna mano desconocida había dejado sobre la mesa, como si se burlaran de ella.
—¿Dónde… estoy? —murmuró, llevándose las manos a la cabeza.
El silencio fue su única respuesta. No tardó en descubrir que la puerta tenía una cerradura electrónica y una cámara diminuta en la esquina superior. La vigilaban.
Un nudo le apretó el estómago. Recordó el murmullo de la discusió