Alexa, viendo cómo la situación se le escapaba de las manos, intentó recuperar el control. Con una mirada desafiante, se dirigió hacia la madre de Santiago, que había estado observando en silencio desde la esquina del salón.
— Doña Isabel —. Dijo, usando el tono más dulce y convincente que pudo—, yo soy la prometida de Santiago, ¿acaso no lo sabe?
La sala se llenó de un murmullo incómodo, pero nadie respondió de inmediato. Santiago la miró, irritado, mientras Savannah mantenía una postura firme junto a él. La madre de Santiago, Doña Isabel, apenas parpadeó, sin dejarse impresionar.
—¿Qué estás diciendo, Alexa? —. Dijo Santiago, con una furia contenida, pero su voz sonaba como una advertencia.
— Lo que estoy diciendo… — Continuó Alexa, levantando la barbilla con altivez— es que el acuerdo fue claro. Cuando fui enviada aquí, me dijeron que formaría parte de esta familia. Y lo que veo es que me están excluyendo sin razón. Esto no solo afecta mi futuro, sino el de todos ustedes.
Doña Isab