Horas antes de la gran fiesta, Alexa se miraba en el espejo de la habitación que le habían asignado en la mansión. Su vestido era impresionante, era un diseño exclusivo, rojo oscuro, ceñido a su figura, con detalles de encaje que resaltaban su juventud y belleza. Sonrió con satisfacción. Esta noche sería su noche.
Mientras se colocaba los pendientes de diamantes que había "tomado prestados" del joyero familiar, repasaba mentalmente su plan.
— Después de esta noche, —Se dijo a sí misma, sonriendo—, nadie podrá quitarme el lugar que me corresponde. Ni Savannah, ni la desaprobación de Santiago, ni siquiera la mirada desconfiada de Elías.
Recordó las palabras de la madre de Santiago en una de sus conversaciones secretas, "Confía en mí, Alexa. Si juegas bien tus cartas, todo será tuyo."
Y Alexa había jugado sus cartas. Había usado toda la información que había recolectado, había sembrado dudas, se había hecho ver como indispensable. La madre de Santiago estaba de su lado. O al menos eso c