El "POSITIVO" en esa pequeña pantalla digital se quedó grabado en mi mente como un faro en la niebla, iluminando todo lo que había perseguido durante años. Salí del baño con Camila en brazos, girándola una vez más antes de depositarla en la cama con cuidado, como si fuera de cristal. Mis ojos seguían húmedos, una sensación extraña y liberadora que no recordaba haber sentido desde que era niño. Lágrimas de alegría, de victoria. Un hijo. Nuestro hijo. El legado que Valdés Empresas necesitaba, pero más que eso, algo mío, algo nuestro. Ella reía entre sollozos, sus manos en mi rostro, y yo la besé hasta que el mundo se redujo a ese beso: salado, dulce, eterno.
Pero no podía quedarme allí, flotando en la euforia. Mi mente, entrenada para actuar, ya trazaba planes. Llamé a la doctora López mientras Camila se vestía, mi voz firme a pesar del temblor en el pecho.
—Doctora, es Leonardo Valdés. La prueba casera salió positiva. Necesito una confirmación inmediata. ¿Pueden atendernos hoy?
—Felici